
Como parte de sus acciones dirigidas a evitar el despilfarro de alimentos, la asociación de empresas del gran consumo, Aecoc, ha convocado la tercera edición de su 'Lluvia de ideas contra el desperdicio alimentario'. Se trata de un concurso cuyo objetivo es poner a disposición de la sociedad y de las administraciones una fórmula sencilla para “explicar unos términos que generan bastante confusión y que son importantes para evitar que grandes cantidades de alimentos en perfecto estado acaben a diario en los cubos de basura de los hogares españoles”, explican desde la organización.
La iniciativa está abierta a la participación de cualquier persona mayo de edad, que quiera explicar de manera creativa y comprensible, la diferencia entre la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente de los alimentos, uno de los aspectos importantes encaminado a evitar el desperdicio alimentario. El concurso, puesto en marcha a través de su página de Facebook , permite trasladar la idea en cualquier tipo de formato (texto escrito, audio, vídeo, dibujo, etc.). El plazo para el envío de propuestas finaliza el próximo 18 de septiembre y la idea ganadora, que será premiada con un carro de la compra valorado en más de 500 euros, será elegida el próximo 28 de septiembre en el marco del V Punto de Encuentro Aecoc contra el desperdicio alimentario, que se celebrará en Madrid.
En este encuentro anual, en el que se prevé la participación de más de 200 profesionales de empresas del gran consumo, administraciones y representantes de bancos de alimentos, serán los propios asistentes quienes elijan entre una selección de finalistas la idea que mejor haya sabido comunicar la diferencia entre la fecha de caducidad y la de consumo preferente.
‘La Alimentación no tiene Desperdicio’ es una iniciativa, coordinada por Aecoc y secundada por más de 300 empresas, administraciones y asociaciones, que tiene como finalidad reducir el desperdicio que se produce en los diferentes eslabones de la cadena de valor. El proyecto trabaja en una doble dirección, por un lado, en la reducción, desde la prevención y el desarrollo de prácticas de eficiencia, del desperdicio que se produce a lo largo de la cadena alimentaria (sector primario, industria, distribución, operadores intermedios, administraciones públicas…). Y por otra parte, en maximizar el uso del “excedente” generado a lo largo de la cadena de valor, mediante su redistribución, reutilización y reciclado, valorización, etc.