
El proyecto BioBarr, del que CNTA es socio, pretende que el bioplástico PHA (polihidroxialcanoato), que se obtiene a partir de microorganismos y que ha cobrado importancia en la industria durante los últimos años, ya que ha sido considerado como un posible sustituto de los plásticos derivados del petróleo, pueda ser utilizado también en el sector de la alimentación.
Entre sus ventajas, destaca su procedencia de fuentes renovables, evitando así el uso de fuentes fósiles, y la segunda es que se trata de un material biodegradable o compostable. "Sin embargo, para que este material pueda ser utilizado en envases del sector de la alimentación es necesario que se optimicen y mejoren sus propiedades barrera, que son las encargadas de preservar las propiedades de los diferentes tipos de alimento que puedan contener", explican desde el centro.
En este sentido, el grupo de trabajo pretende desarrollar diferentes estrategias que aporten al material las funcionalidades específicas requeridas por los alimentos, sin perder su biodegradabilidad y garantizando la seguridad alimentaria.
El conocimiento y la experiencia de CNTA sobre la interacción entre los envases y el alimento que contienen es uno de los puntos claves del proyecto. Así, se definirá la idoneidad de los materiales que van a estar en contacto con los alimentos, ya que sólo se podrá utilizar aquel que garantice la seguridad alimentaria de los productos. Para esta validación los materiales deberán superar los test de migración total y migración específica, que miden si se trasladan compuestos químicos del material al alimento. Por otro lado CNTA también será el encargado de estudiar la biodegradabilidad y compostabilidad del material, a través de métodos estandarizados de laboratorio. Y, por último, validará, en un número restringido de productos del sector de la panadería, bollería y pastelería, los diferentes requisitos de durabilidad de un alimento, con el propósito de aumentar la vida útil del producto al menos en un 10%.