
El desperdicio de alimentos es un grave problema en la actualidad. Prácticamente un tercio de los alimentos producidos en el mundo acaban en la basura, lo que en cifras son 1.300 millones de toneladas desperdiciadas cada año. Así, casi un 45% de todas las frutas y verduras y un 20 % de la carne no se aprovechan. Con tan solo un 25% de estas cantidades se podría alimentar a los 795 millones de personas en el mundo que padecen hambre crónica.
Este problema también tiene consecuencias comerciales. Datos del Programa de acción sobre residuos y recursos (WRAP, por sus siglas en inglés), muestran que evitando el desperdicio masivo de alimentos se podría ahorrar a las empresas unos 341 millones de euros al año. Solventar la situación ayudaría a aliviar la presión sobre los recursos naturales y sobre el ajustado equilibrio entre la oferta y la demanda.
Más de la mitad del desperdicio (el 54%) tiene lugar en los procesos iniciales, tanto durante la producción agrícola como durante el tratamiento tras la cosecha. El 46 % restante se pierde durante el procesado, distribución y consumo.
Bjorn Thumas, director de Desarrollo Comercial de Tomra Food, explica que, "además de aumentar la rentabilidad del sector alimentario, las nuevas tecnologías también pueden ayudar a afrontar el problema cada vez mayor de la escasez mundial de alimentos. Introducir soluciones de clasificación basada en sensores es importante porque son capaces de determinar, por ejemplo que el 70% de una cosecha con mal aspecto es realmente de buena calidad".
La combinación de tecnologías de vanguardia en estos equipos ofrece un alto rendimiento y calidad en el producto final. Lo que supone un incremento de la productividad, el uso más eficaz de los recursos y un aumento notable de la seguridad alimentaria. "La diferencia es enorme: a la vez que se alcanzan de forma precisa los estándares de calidad establecidos, puede venderse y consumirse la mayoría del producto, servir de alimento y obtener beneficios, en lugar de descartarlo. La venta de fruta o verdura como producto de menor calidad o para un producto procesado distinto del previsto inicialmente es mucho mejor que no venderlo", señala Bjorn Thumas.
Se prevé que en 2050 la población mundial supere de los 7.600 a los 10.000 millones de personas, y en muchos lugares la demanda de alimentos ya es mayor a la oferta. La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación alerta sobre ello y anuncia que solo existe un 20% más de superficie fértil que pueda dedicarse a la producción de alimentos. Emplear los recursos existentes de forma más eficiente es la única vía para abastecer a todo el mundo y asegurar un suministro de alimento para las generaciones futuras.
Para intentar paliar este desajuste, las Naciones Unidas (ONU) acordaron en 2015 reducir el desperdicio de alimentos per cápita a la mitad para 2030. Se sentó un precedente al incluir como objetivo mundial controlar esta pérdida y reducción de alimentos.
La tecnología es crucial para mejorar la sostenibilidad
Los supermercados del futuro próximo se van a encontrar con un modelo de negocio radicalmente modificado por las innovaciones en sus centros, página web y en la cadena de suministro del sector alimentario. Por ello, la tecnología de clasificación desempeñará un papel cada vez más importante en estos negocios y, además, también puede beneficiar al planeta.
Mediante la clasificación inversa es posible reducir el desperdicio. Los flujos de residuos que contienen porcentajes bajos -entre el 1 y el 2%- suelen descartarse y no siempre es necesario. Si se cuenta con una configuración óptica adecuada, las clasificadoras automatizadas pueden recuperar este residuo. Según fuentes de Tomra, "esta práctica se está haciendo cada vez más habitual en el sector de las nueces, y se están aprovechando mejor los recursos naturales de alimento a la vez que se suma valor comercial y beneficios".
Por todos estos motivos, la tecnología de clasificación desempeñará un papel cada vez más importante en el supermercado que viene, que será altamente especializado y tecnológico. Y dada la urgencia de la reducción del desperdicio de alimentos, debido a motivos tanto económicos como éticos, ese futuro tiene que empezar cuanto antes.